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lunes, 15 de junio de 2009
Caja Madrid
A propósito de Caja Madrid.
De la lista RedesIU (12.06.2009).
Carlos Girbau.
Un breve resumen: el acuerdo alcanzado en Caja Madrid por una parte de los Unión Independiente de Impositores y Consumidores, la Federación de Banca de CCOO e Izquierda Unida con el PP de Madrid está provocando una amplia controversia. El acuerdo permite la renovación de los cargos de la Caja, introduce una nueva tercera vicepresidencia, amplía el Consejo de Administración a 11 personas (ahora son 9), profundiza los criterios de diálogo social como base para la política laboral de la Caja, incluye a la representación laboral en el Consejo de la entidad y compromete a los firmantes a apoyar el candidato a presidente que formule el grupo mayoritario; es decir, el PP.
Aparentemente, todo el mundo gana: Aguirre la deseada presidencia de la Caja. CCOO aumenta el peso de su representación como entidad mayoritaria en las elecciones sindicales e IU, logra garantizarse una vicepresidencia. Además, el acuerdo al ampliar las vicepresidencias y el Consejo de Administración está abierto a nuevas incorporaciones. Siendo así, ¿porqué la polémica?
¿Puede IU firmar acuerdos con quien quiera? La respuesta es: Sí, sin duda. El problema para mi es, básicamente qué se logra con aquello que se suscribe. Su utilidad política: primero para los trabajadores, segundo para IU.
¿Se pueden firmar tales pactos sin el acuerdo de los órganos? No. Los órganos deben tener la última palabra. La falta de consenso y apoyo orgánico es un factor negativo. De hecho, un buen acuerdo puede, porese camino de la imposición al margen de los órganos, desvirtuarse.
El que nos ocupa ¿es un buen acuerdo? No lo veo así. Pienso que es un acuerdo que pone al descubierto problemas muy de fondo en la izquierda de Madrid. Nada aporta en la resolución de las dificultades de esa izquierda (poco importa que esa izquierda esté a nuestra derecha, a nuestra izquierda, en los sindicatos, etc), Tras el aparente espaldarazo que representa este “refuerzo institucional de IU” y su demostrada capacidad de generar consenso, se oculta un espacio igual de vacío que antes de la firma.
El fondo del debate es saber: ¿si la situación permitía debatir algo más que los cargos? La respuesta es que creo que sí. La crisis y la división del PP daban la opción de debatir el modelo y lugar de las cajas y hacerlo con luz y taquígrafos.
Vayamos por partes
1.- Hay problemas muy de fondo en la izquierda de la capital de España. Problemas asociados a la enorme dificultad objetiva que se tiene para responder a la globalización neoliberal tanto a su discurso como a sus hechos. Es decir, a cómo le damos la vuelta a la privatización generalizada de los servicios, a cómo nos deshacemos de un modelo que hizo de la especulación, la degradación del suelo a través del ladrillismo, de los bajos salarios y la precariedad sus sellos de identidad. Cómo resolver la sibilina pero profundamente desorganizadora realidad del “aburguesamiento” de la vida política y social con todas las consecuencias disolventes que ello trae consigo y la pérdida de valores.
Desde ese punto de vista, la izquierda, firmante o no de este acuerdo, ha desaprovechado una ocasión (y no hay tantas) de debilitar al PP y su trituradora.
En la práctica, cada parte (PSOE, CCOO y UGT de Madrid, COMFIA o IU) a antepuesto su legítimo interés particular por tener un espacio en el futuro Consejo de Administración, al más legítimo interés general por hacer de la Caja un verdadero instrumento a favor de un cambio de modelo productivo, cambio que por otra parte, toda la izquierda reclama. También se ha perdido una ocasión de oro para unir a la izquierda y profundizar en la división de la derecha. Todos y cada uno de los componentes de la izquierda fue a hablar por su cuenta con Aguirre. Todos y cada uno de ellos fueron a ver qué pasaba con los cargos. Se desperdició así la posibilidad de ir todos a debatir del modelo de caja. Se habló del dedo, sin ver que éste apuntaba a la luna y que, era ella, la que estaba en el punto de mira.
2.- La guerra en Caja Madrid empezó en el momento en que Esperanza Aguirre decidió emprender una lucha contra la otra cabeza del PP (Gallardón) por el control de una entidad que juega un papel esencial en la gestión financiera de la Comunidad y el Ayuntamiento. El primer resultado de la guerra han sido meses de profunda “inestabilidad” en la Caja. El acuerdo que se hace ahora en nombre de la estabilidad no responde a un problema que debería ser básico para la izquierda:¿estabilidad para qué y para quién?
Cajas y bancos no son lo mismo. Los poderes políticos del territorio correspondiente tienen un papel determinante en el Consejo de Administración de las cajas, en el que participan también representantes de organizaciones políticas con presencia institucional, sindicatos, impositores, etc. Ese control político debería servir para garantizar un control por parte de la sociedad de las cajas y, en este sentido, orientar su actividad económica. La Caja debería ser más social. Lejos de ello, la Caja se ha dedicado esencialmente al capitalismo financiero puro y duro. Ninguna presencia institucional de la izquierda social o política en la Caja ha podido cambiar esa realidad de negocio. Por ello el común de los mortales no ven diferencia entre una caja y un banco. Ni entienden la aparente guerra de sillones. El acuerdo firmado no varía ese hecho. Entre otras cosas, porque se presenta conscientemente como continuación de los anteriormente firmados.
En la guerra por Caja Madrid Aguirre cosechó durante meses derrotas. La división en el seno del PP fue la primera. La segunda, la imposibilidad de generar consenso suficiente entre los otros sectores. La tercera, el recurso de inconstitucionalidad presentando por el gobierno central que forzó la división de la guerra en dos partes: a) controlar los órganos y b) privatizar la caja. Aguirre aceptó finiquitar, el punto b, mucho más difícil y en debate a través de la nueva Ley de Cajas, para concentrarse en el primero: el control de los órganos. Salvar los muebles.
En resumen, la tan recurrente “inestabilidad” se ha referido siempre a la de los órganos de gestión de una caja que ha dado dinero a espuertas a unas administraciones que lo han usado para profundizar unas políticas neoliberales ahora en crisis. La estabilidad pactada ahora no va a cambiar ese hecho. La izquierda erróneamente ha optado por hacer suya esa “inestabilidad” de los órganos de gobierno de la cuarta entidad financiera del país, por encima del fondo del asunto: la posibilidad de aprovechar la división de la derecha para avanzar en ese otro modelo de desarrollo y caja que se defiende y forjar alrededor de ello su unidad.
3.- Se afirma con razón que el acuerdo está abierto a otras incorporaciones. La pregunta es: ¿Era posible que IU con 8 Consejeros de 320 (de los cuales 158 son del PP), más COMFIA y los impositores pudieran firmar algo expresamente excluyente de quienes ahora se quedan fuera? IU sólo podía garantizarse su espacio permitiendo la entrada de otros. COMFIA, tres cuartos de lo mismo. En caso contrario, no se daba salida a la situación de la Caja y, lo que es peor, COMFIA abría una guerra dentro de su sindicato e IU se jugaba su ser o no ser.
4.- ¿Firma Aguirre con quién más le duele o con quién menos daño le hace? No es un tema central, pero no deja de ser un dato. Aguirre no firma con quien para ella es el problema principal y que a la vez le había puesto el recurso de inconstitucionalidad: PSOE. Tampoco firma con aquellos que son tildados, un día sí y el otro también, como la verdadera oposición al PP en la CAM: CCOO y UGT de Madrid.
5.- Aguirre patina al emprender una batalla que divide a la derecha. La izquierda lejos de entender que puede saltar sobre el modelo que está en crisis a través de su centro financiero público, decide debatir sobre su lugar en él y, hacerlo cada uno por su cuenta. El resultado final de la operación es este acuerdo que, si bien ratifica que Aguirre traslada la guerra por la privatización de las cajas a la reforma de la Ley, amplia el Consejo y pone en vereda algunos extremos del PP y el bocadillo institucional por el que aboga el PSOE contra nosotros, no logra debatir (en plena crisis económica) un modelo periclitado.
Hemos perdido la ocasión para defender todo un modelo de desarrollo y el lugar del capital público en todo ello.
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