miércoles, 20 de junio de 2007

Era un 16 de junio. En Barcelona lucía un sol espléndido y el azul del cielo era realmente maravilloso.


Intervención de Wilebaldo Solano, en el acto de Homenaje a Nin-Berneri, en el Palau de la Virreina de Barcelona, en el setenta aniversario del secuestro de Andreu Nin.

Nunca olvidaré aquel 16 de junio de 1937. Para muchos fue, sin duda, un día más en la Barcelona herida por la guerra y las consecuencias de las jornadas de mayo. Pero para Andreu Nin y sus camaradas de lucha fue una jornada dramática, que ha entrado como tal en la historia de España y del socialismo internacional.

Desde las jornadas de mayo, el POUM había adoptado medidas especiales para protegerse de una posible represión. El comité ejecutivo ya no se reunía en el local central del partido. Lo hacía en otros lugares y, con frecuencia, en una discreta sala del palacio de la Virreina.

La reunión del 16 de junio comenzó hacia las 10 de la mañana bajo la presidencia de Andreu Nin. Estaban presentes Pedro Bonet, Juan Andrade, Jordi Arquer, Julián Gorkin, Gironella, Narcis Molins i Fábrega y el autor de estas líneas. Josep Rovira, jefe de la 29ª División, se encontraba en el frente de Aragón. Después de un profundo análisis de la situación política y de la evolución de la lucha militar iniciado por Nin, se manifestaron fuertes inquietudes ante el viraje político que había supuesto la reciente caída de Largo Caballero.

Los tres problemas más apremiantes podían resumirse así: la defensa de nuestra prensa, los últimos preparativos del congreso del POUM, que tenía que inagurarse el 19 de junio, tres días después, en el Teatro Poliorama, y la preparación de una importante conferencia internacional de partidos comunistas y socialistas independientes.

Nuestro diario, La Batalla, estaba suspendido; y su director, Julián Gorkin, tenía que comparecer ante un tribunal popular el día 18. La decisión fue que Gorkin se presentara ante el tribunal para defender al partido contra las calumnias estalinistas y convertirse en un verdadero acusador. En Barcelona las cosas no podían desarrollarse como en Moscú.

A este propósito, vale la pena recordar que, desde hacía tres semanas, Juventud Comunista, semanario de nuestra organización juvenil, se publicaba con una paginación más importante que de ordinario y con artículos de los principales dirigentes del partido. para el número que tenía que salir justamente el día 16, Nin me había entregado el día antes un artículo suyo, que fue ¡su último artículo!

La reunión del comité ejecutivo del POUM -que iba a ser también la última presidida por Nin- se terminó hacia la una de la tarde. Nin, Bonet y otros compañeros se dirigieron a la sede del partido, frente al Poliorama, donde solían aparecer de vez en cuando para afirmar su presencia efectiva en aquellos días inseguros, pues habían comenzado las desapariciones. Nadie quería dar la impresión de esconderse. Como se sabe, Nin fue advertido de que iban a detenerle. Pero tuvo una reacción de orgullo y dijo: "No se atreveran". Él, naturalmente, pensaba en las autoridades legales. No imaginaba la posibilidad de que los agentes de la policía de Stalin pudieran dar un golpe pasando por encima del gobierno de la República y del Consell de la Generalitat, con la colaboración de algunos dirigentes del PCE y del PSUC.

Yo me enteré de la detención de Nin pocos minutos después, en el local de la Juventud Comunista Ibérica, situado en lo alto del Paseo de Gracia, donde, con otros compañeros, estaba preparando la salida del número especial de Juventud Comunista.

Inmediatamente, sobre la base de las pruebas de imprenta que ya poseíamos, rehicimos la primera página de Juventud Comunista, denunciando a siete columnas la detención de Nin. Luego, salimos para la imprenta de Baños Nuevos, donde tratamos de introducir las modificaciones de maqueta que se imponían y sacar enseguida el periódico. Vimos las formas al pie de la rotativa y, cuando nos aprestábamos a organizar la difusión en masa del semanario por las calles de Barcelona, se presentó la policía. Algunos de nosotros escapamos a la detención, gracias a la ayuda de los obreros de la imprenta, que nos previnieron a tiempo.

Salimos de la imprenta de Baños Nuevos hacia las seis de la tarde, ebrios de furor, pero decididos a organizar por todos los medios la defensa de Nin y de los demás compañeros detenidos. El comité ejecutivo de la Juventud Comunista Ibérica se reunió rápidamente para movilizar a la organización. Aseguramos enseguida el enlace con el comité de Barcelona y con los compañeros del comité ejecutivo del POUM que no habían sido detenidos, Molins i Fábrega y Gironella en particular.

Era un 16 de junio. En Barcelona lucía un sol espléndido y el azul del cielo era realmente maravilloso. Lejos, en los parapetos de los frentes de Aragón, de Levante y de Andalucía, y en las propias trincheras de la Moncloa, militantes del POUM y de la JCI luchaban y morían mientras sus dirigentes eran calumniados, detenidos y, pronto, hasta asesinados. Al día siguiente, en las calles de Barcelona, las gentes leían asombradas en los muros: "¿Dónde está Nin?". La prensa, sometida a la censura, no dijo nada hasta el día 22.

Wilebaldo Solano

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