En unas horas, llegará, después de muchos problemas, tiras y aflojas entre diferentes administraciones y no menos polémicas sobre posibles formas de eliminar la barrera física de las vias del que parte la ciudad en diferentes partes, el AVE, paradigma del progreso para nuestra región, y para Valladolid en particular. Aunque se trate de un TVA (Tren de Velocidad Alta).
En el primer viaje oficial, al que acudirá el Presidente del Gobierno, Rodriguez Zapatero, se espera un recibimiento acorde con la importancia del evento de Sindicatos, Grupos Vecinales y demás colectivos....
Incluyo un texto publicado en el Norte de Castilla (periódico local) y que Federación de Asociaciones de Vecinos ha tenido a bien en reproducir en su web.
Ricardo Senovilla, de Valladolid.
«Rehenes del soterramiento»
Si se construyeran los nuevos pasos -provisionales, sí, pero dignos y seguros-, quizá la presión vecinal disminuiría, y no se consideraría el soterramiento como la solución universal de todos nuestros males urbanísticos.
Entre las obras que nos están regalando para hacer llegar el tren de alta velocidad a Valladolid figura un curioso artefacto que se ha situado al norte de la vieja marquesina. Se compone de un par de escaleras mecánicas, otra escalera ... ¿cómo se dirá: normal?; tres ascensores y una gran pasarela sobre las vías. Pone en comunicación el andén principal con el de las vías 2 y 3, mediante escalera mecánica, y con el de las vías 4 y 5, mediante escalera... ¿cómo se dirá: no mecánica? Interesante: si vas a viajar en AVE hacia Madrid o vienes desde esta ciudad, la Renfe (o Adif, o Alta Velocidad, o quien sea) te pone escaleras mecánicas para que no te canses demasiado arrastrando tu maletín de negocios. Pero si vas en tren... ¿cómo se dirá ahora: normal, no-AVE, lento?, subes y bajas como toda la vida: peleándote con el maletón.
Pero siendo llamativa, y casi insultante, esta discriminación entre los viajeros de unos y otros andenes (y desde luego injusta: el AVE no se paga con los billetes de los viajeros, que sólo cubren una ínfima parte del presupuesto de la obra, sino con los impuestos de todos); con todo, digo, creo que es más interesante la comparación entre la forma de cruzar las vías de esos futuros viajeros de lujo y la que efectúan a diario los vecinos, peatones y ciclistas que, un poco más allá, pasan bajo las vías en los túneles de Labradores y Villabáñez, o a nivel en el cruce de la Pilarica. Unos, pobrecillos, con escalera mecánica, ascensor y un paso amplio y acristalado para protegerles del viento. Otros, más recios, a palo seco, haciendo uso de unos infames pasos. Infames desde cualquier punto de vista que se quiera considerar.
Lo más gracioso es que el nuevo artefacto de la estación Campo Grande es completamente provisional. Si es cierto que el tren se va a soterrar algún día, habrá que demolerlo entonces. Bajo él no quedará ninguna vía, y es impensable que las nuevas calzadas vayan a corresponder con el ancho que hoy ocupan los trenes. La altura (el gálibo) también resultaría entonces excesiva. Es evidente que se ha construido con pretensión de provisionalidad. Sin embargo 400 metros más allá, en Labradores, nadie parece capaz de levantar una estructura similar, que podría ser igual de provisional, pero que acogería a mucha más gente. Recibiría a unos vecinos que, por otra parte, creo honestamente que se lo han ganado. No han hecho menos méritos que los... ¿cómo se llamarán los viajeros del AVE: 'averos'? Más de quince años se lleva hablando ya de soterrar el tren, y desde entonces los vecinos de Delicias (y los de los barrios que hay detrás) continúan bajando y subiendo todos los días ese paso... ¿dijimos infame? Y qué decir del paso de Villabáñez: estrecho, lúgubre, tremendo, que atraviesan cada día los peatones de Pajarillos. Y por supuesto, ¿a qué se espera para levantar un tinglado semejante al de la estación en Pilarica, donde al desastre funcional y formal se suma el alto riesgo del paso a nivel (el último fallecido, en marzo de este mismo año)? ¿No les da vergüenza a los responsables este despropósito?
Es indignante. No voy a entrar a comparar el coste de una obra de este tipo (tres pasos sobre las vías con sus correspondientes ascensores y escaleras mecánicas, y sus acristalamientos) con el presupuesto de muchas de las obras que se hacen por toda la ciudad, con una rentabilidad social infinitamente menor que la que comentamos. Dejo al lector que haga ese ejercicio. ¿Cuánto costará esta obra, qué valdrá aquélla? ¿A quién sirve, a quién beneficia, cuánto durará? Pero pondré un mínimo ejemplo, para abrir boca: ¿Cuánto costó el paso elevado del tren fantasma de Ariza sobre el cruce de la ronda interior sur, a la altura del Colegio de San Agustín? ¿Quién lo usa, qué empresa ha hecho uso de él alguna vez? ¿Tal vez lo pagó esa empresa, la única beneficiada con la operación? No hay más que ver el tamaño de las vigas para hacerse una idea del presupuesto.
Pero vayamos con el título. En mi opinión (y debo decir que es la interpretación más benevolente que se me ocurre; las demás explicaciones posibles son aún más tremendas), no se llevan a efecto esos pasos provisionales para tener así como rehén a la población que cruza por allí a diario. No se hacen esos pasos provisionales para que así quede bien patente y se haga bien visible, absolutamente urgente, el soterramiento. No se llevan a cabo para que no decaiga la necesidad de soterrar el tren como única solución (falsa, pero así se ha hecho creer) a una situación tan nefasta. Cada vez que uno de nosotros pasa por alguno de esos cruces (¿dijimos infames?) es un recordatorio, la gota malaya, una insistencia más en la necesidad de soterrar el tren. Si se construyeran los nuevos pasos -provisionales, sí, pero dignos y seguros-, quizá la presión vecinal disminuiría, y no se consideraría el soterramiento como la solución universal de todos nuestros males urbanísticos.
Y siendo, en mi criterio, tan evidente que aquí se ha producido una toma de rehenes, no queda más remedio que concluir con la expresión habitual en este tipo de situaciones: «Exigimos la libertad inmediata y sin condiciones de los rehenes».
Manuel Saravia Madrigal
Profesor Titular de Urbanismo en la Escuela Universitaria de Arquitectura de Valladolid
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