lunes, 9 de marzo de 2009

Foros Sociales: tejiendo alternativas al neoliberalismo


Carlos Girbau*

Entre el 27 de enero y el 2 de febrero se celebró la IX edición del Foro Social Mundial. Este año el foro volvió al Brasil que lo vio nacer, pero cambió de destino, de Porto Alegre en el sur, pasó a Belem en el noreste, de la capital del Estado de Río grande a la del Estado amazónico de Pará. Allí, entre la desmesura del capitalismo y la de la propia selva, se congregó una buena representación de los movimiento sociales del mundo. Una vez más, los problemas de siempre y los nuevos se dieron la mano ante unas 110 mil personas en este foro panamazónico de sostenibilidad y pueblos indígenas, que pasó toda su programación por el tamiz de una crisis económica que avanza desbocada. En esos intensos días, se trató no sólo de realizar la enésima radiografía al mundo que nos ha tocado en suerte, sino de hacer frente a los retos que ofrece. A través de las 1.500 actividades y de las asambleas temáticas celebradas se continuaron tejiendo mallas de resistencia que, con hilos diversos, se mezclan y avanzan propuestas concretas frente al neoliberalismo, o lo que es lo mismo, apuntan alternativas.

Para quienes buscamos las respuestas en el campo de la izquierda resulta obligado analizar un fenómeno que, en a penas dos lustros, ha pasado de ser un “foro anti-Davos” y moverse en el campo de la “contraprogramación” a construir su propia agenda y a reunir una media superior a 75 mil personas alrededor de centenares de actividades. Los foros han demostrado vigor y capacidad de adaptación al lograr, sin mellar su filo, abrirse a experiencias como foros temáticos (agua, inmigración, educación...) y extenderse a los 5 continentes. Además, han permitido y permiten, dentro de su aparente caos, la existencia de políticos y políticas muy diversas.
La intervención en una de las sesiones del último foro de los presidentes de Brasil (Lula), Venezuela (Chavez), Bolivia (Morales), Ecuador (Correa) y Paraguay (Lugo) fue un hecho que no dejó a nadie indiferente. Su presencia, nada protocolaria, constituyó un reconocimiento a la fuerza que, en América del Sur, los movimientos sociales han alcanzado tras durísimas luchas y algunos éxitos. Fue, por otra parte, una nueva prueba del cauce común, eso sí, lleno de roces, que han encontrado tales movimientos y la política. Hace no más de 10 años hubiera sido impensable que gentes y partidos como los de un tornero brasileño, un militar enfrentado a la estructura, un indio altiplánico, un economista (no de la élite) y un obispo díscolo dirigieran los destinos de sus países. La reunión de los 5 ante los delegados también demuestra que foros representan un proceso vivo, rico en matices y, en parte, protagonista de tales cambios.

LA GENESIS
A principios de 2001, unos 12 mil activistas respondieron a la llamada de ATTAC y de la CUT, la central sindical entonces única y que hoy sigue siendo la más fuerte y numerosa de Brasil, para acudir al primer Foro Social Mundial que se celebró en Porto Alegre, la ciudad que había alumbrado la importante experiencia de los presupuestos participativos. Los convocantes eran parte de esa doble naturaleza que en los foros se mezcla en función de los momentos y con una suerte desigual. De un lado, hallamos uno de los movimientos nuevos crecidos a la par que el proceso globalizador; del otro, aquello que podríamos definir como movimientos de siempre, una central sindical y un partido, el PT, que por aquél entonces aún no tenía la Presidencia de Brasil, pero que había demostrado, a pesar de las contradicciones, una capacidad contrastada de aglutinar y regenerar una parte de la política logrando con ello un amplio calado social. Obviamente, a los progenitores de la idea pronto se unieron otros, incluidos sectores relevantes de los movimientos religiosos. El foro decidió continuar la experiencia convocando otro para el año siguiente y el Comité de entidades brasileñas, a la sazón responsable de la organización de ese primer foro, redactó una Carta de principios que desde entonces funciona como baliza que guía todo el proceso de los diversos foros que existen en el mundo.
Mucho se ha discutido entre los sectores militantes sobre el sentido de esa Carta, incluso hay quienes piden su revisión. Polémicas aparte, hemos de concluir que la carta ha jugado un papel de primera magnitud en el desarrollo de este movimiento y de cada uno de los actores que en él están participando. La carta define a lo largo de sus 14 puntos el ADN de los foros, señalando a éstos como: un espacio abierto para el debate y la propuesta, así como un lugar para establecer un libre intercambio de experiencias y articular acciones eficaces por parte de las entidades y los movimientos. Un espacio plural y diversificado, no confesional, no gubernamental y no partidario que articula de manera descentralizada y en red a entidades y movimientos que estén involucrados en acciones concretas por la construcción de un mundo diferente, local e internacional. El propio foro es defendido como un proceso permanente de búsqueda y construcción de alternativas, no limitándose exclusivamente a los eventos que le den apoyo. Se remacha su carácter mundial. Y se añade, las alternativas propuestas en los foros se contraponen a un proceso de globalización comandado por las grandes corporaciones multinacionales y por los gobiernos e instituciones que sirven a sus intereses. Finalmente, el foro se define como partidario de una globalización solidaria.
El foro nació como espacio y precisamente por eso no negó el matiz de nadie, sino que tomó los ovillos que se le daban y se puso a tejer con ellos. Años después, la realidad mestiza que nos habla de indígenas, soberanía alimentaria, naciones sin Estado, trabajadores sin derechos, sostenibilidad o género inunda el discurso de la izquierda en prácticamente todo el mundo. Vista en perspectiva, esa fórmula ha generado un nuevo internacionalismo, imperfecto pero muy de carne y hueso que ha permitido ganar peso a los movimientos sociales en su conjunto y, en algunos lugares como en América Latina, ganar ciertas batallas. Dicho de otra manera, la creación de un espacio que parecía tener el inconveniente de “no decidir” ha acabado convirtiéndose en la gran virtud que ha permitiendo decidir más libremente a todos, generando una realidad versátil, mejor para la acción y la reflexión.

EL FIN DE LOS MODELOS
Con la caída del muro de Berlín desapareció definitivamente el debate entre modelos acabados. A partir de ese momento, la escena estuvo dominada ya sin tapujos por el impulso globalizador que lanzaba el gran capital mundial, particularmente el financiero, y la respuesta, muy dispersa, fragmentada, parcial, pero muy real y de fondo, que ante él se levantaba. Una “legión de víctimas de la globalización” (campesinos, indios zapatistas, Dalits, trabajadores de las metrópolis nuevas y de las eternas, mujeres, etc.) salieron a la luz. El “empuje globalizador” trastocó muchos viejos equilibrios y forzó peleas más abiertas y distintas a las de antaño.
Hubo quien sólo vio que eran luchas por “lo de siempre”, despreciando así, sin querer, que no eran “como siempre”. Esas movilizaciones no generaban organizaciones alrededor de un modelo acabado, sino que, dentro de una gran diversidad, levantaban movimientos potentes alrededor de pocas cosas, en general de una sola. No se contestó a globalización con un modelo, sino con propuestas utópicas o no, dependiendo de quien las recibiera, pero muy concretas. En otras palabras, se organizó un cierto enjambre de movimientos que reclaman cambios precisos en el devenir de los acontecimientos. Tales movimientos fueron y son por definición, parciales. Obviamente, sus gentes tendrán o no una idea global de las cosas, pero no construyen un movimiento a partir de ella, sino que crean campañas específicas como contra la deuda externa, a favor de una tasa sobre las transacciones financieras, sobre la soberanía alimentaria o el uso del agua. Los foros representan la manera en que, en cierta medida, esas “víctimas” socializan experiencias, reconocen verdades comunes y construyen a partir de ello respuestas sobre la base de que otro mundo es posible.

EL PROGRAMA
Una de las críticas que sufren los foros es precisamente su falta de programa. Se dice contra ellos aquello tan castizo del mucho ruido y las pocas nueces. Tal crítica constituye sólo una parte de la verdad y, en este caso, no la más interesante. Sin duda, los foros representan un derroche de esfuerzo generoso. Son muchos los recursos que se consumen en esos encuentros, en sus preparaciones, en sus talleres, etc. Las decisiones entre sus delegados se toman por un camino lento, que huye de la división como de una epidemia, que se empeña en convencer, más que en vencer, que no vota, sino que acuerda, que no reconoce más autoridad que la que se contrasta en cada momento ante sujetos muy diversos y que, a su vez, se sienten protagonistas y delegan poco.
¿Virtudes? ¿Inconvenientes? Depende como se mire. Nadie puede pensar que las grandes movilizaciones contra la guerra de Irak, particularmente la del histórico 15 de febrero, hubieran sido posibles sin los foros. Con ello no sólo se rescató el valor ciudadano de la paz, sino que con su trabajo los foros empujaron y empujan hacia formas más participativas dentro de la democracia representativa, defienden la soberanía alimentaria, los derechos sociales y laborales, y crean un conjunto eficaz de redes y movimientos que ganan músculo en sentido planetario.
Los foros son un ejercicio que exige mucha madurez para llevarse a cabo, representan a sectores sociales muy diversos y lo hacen, además, en múltiples idiomas. Los foros no han nacido para construir un programa, no pueden tenerlo aunque quisieran, salvo que dejen de ser lo que son. Ahora bien, gracias a su propia existencia y a las fuerzas que centralizan, los foros forman instrumentos de primera magnitud para confeccionar cualquier programa de transformación social que merezca tal nombre, a pesar, insitimos, de que ellos no cuenten con ninguno.

EL FUTURO
El foro volvió en esta novena edición a sus orígenes. Brasil y foro son dos palabras que van juntas. Los movimientos sociales de este país-continente realizan una parte importante de sus debates y trabajos a través del espacio de los foros. Prueba de ello es que en este foro, 55 mil delegados eran ciudadanos del propio Estado de Pará. Volver a Brasil tras la dura experiencia de Nairobi fue una buena decisión que ha permitido insuflar aire nuevo.
A lo largo de los días el foro de Belem fue escribiendo su futuro a partir de trabajar el presente y pasados inmediatos. Sintéticamente, cinco ejes pueden resaltarse del esfuerzo de esas jornadas:
Primero, para el foro, el capitalismo actual es la causa última de los problemas.
Segundo, la defensa de los derechos actuales y la conquista de otros nuevos es el camino más inmediato de actuación. Dentro de ese campo se engloban la inmensa mayoría de campañas de hoy; poco importa que se refieran a problemas ecológicos, de género, derechos políticos de naciones y pueblos sin Estado o económicos y laborales.
Tercero, es imprescindible encontrar caminos de unidad, de propuesta entre la política y los movimientos sociales. Hay que favorecerlos y favorecer la unidad. Es impensable entender la diferencia de ritmo entre Latinoamérica y, por ejemplo, Europa, sin ver que el responsable del saldo positivo a favor de los primeros se encuentra precisamente en esa unidad.
La buena marcha del foro y del altermundialismo están relacionadas con el peso de las fuerzas en las que éste se soporta. En Europa, las campañas y redes con las que mejor se identifican los foros y sus resultados han generado activos y activismo, pero necesitan, desde hace ya tiempo, seguir engordando, ganando peso social y ganando otros terrenos y sectores. Sin esa unidad, sin algún éxito y sin esas conexiones que en América latina, con muchas dificultades, se han logrado, no avanzaremos más rápidamente.
Cuarto, una buena parte de los 5 presidentes que hablaron en el foro lo hicieron para defender la necesidad de un socialismo del siglo XXI. Su contenido como alternativa inmediata a la crisis y al sufrimiento que ésta provoca, así como su fondo resultan aún etéreos. En todo caso, la ampliación del papel de la sociedad, de lo público, de los derechos, de la mejora de las condiciones generales de vida, de mayor libertad, de respeto a los pueblos y del Estado como garantía de tales derechos, se hallan en el fondo de todo ello.
Quinto, todo encamina a pensar que el activismo encuadrado en los movimientos sociales va a aprovechar esta oportunidad a la que obliga la crisis para avanzar, para saltar hacia otra manera de vivir, de producir, de entender al otro, de conectar con el planeta, de ir más allá del capitalismo. Mientras, África espera la décima edición del Foro.

Carlos Girbau* es activista del movimiento altermundialista y coordinador del Foro Social de Madrid.

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