lunes, 16 de marzo de 2009

Sábado por la mañana en At Tur (Jerusalén Este)

Nuevas demoliciones de casas

Kristen Ess
Palestine News Network

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández.

Hace frío esta mañana en la barriada de At Tur Sahel, situada en la zona oriental de Jerusalén Este. La lluvia irrumpió la pasada noche: el tiempo aquí es tan predecible como las demoliciones de las casas.
“Se están apropiando de todo, de la barriada entera”, dice un hombre que aparece cansado y sin afeitar a las nueve de la mañana del sábado [14 de marzo]. No quiere que se le identifique.
“Hay montón de casas que quieren destruir o apropiarse de ellas. Ya van más de cincuenta casas. Y yo he perdido ya diez dunams [*]”
Me lleva hasta lo alto de una azotea donde cinco personas están trabajando para reconstruir parte de una casa, con o sin el “permiso” israelí. Ya no importa nada que haya permiso o no. Los israelíes no tienen más ley que la suya. Las leyes internacionales brillan por su ausencia en las políticas de la administración ocupante: es algo que ha quedado muy claro estos días hasta para el más cauto de los observadores, incluyendo la nueva administración estadounidense, las Naciones Unidas, las ONG que intentar ser “neutrales” respecto a la ocupación israelí de Palestina.
Los israelíes están destruyendo el patrimonio cultural de Jerusalén Este no en una sino en varias barriadas a la vez. Y con uno de los ritmos de destrucción más acelerados de los últimos años.
“Hay dos casas que destruyeron por allí y dos aquí”. Me señala la barriada alrededor desde la abierta azotea. “Quieren poner su asentamiento, quieren poner un colegio religioso justo aquí. Ahí, a la derecha, están cogiendo 60 dunams de tierra y en esa tierra hay ahora unas cincuenta casas”.
De Silwan a Beit Safafa, Beit Hanina, Abu Tur, At Tur Sahel, Sheij Jarrah, Shua’afat, todo Jerusalén Este está desapareciendo a toda velocidad.
“Mire ahí”, el residente de At Tur señala en todas las direcciones girando sobre sí mismo en la azotea, mostrando la barriada habitada por cientos de personas. El Muro no está lejos. Estamos claramente a la vista de la torre de francotiradores aunque hay entre dos a cuatro kilómetros hasta allí, dependiendo de dónde se sitúe uno.
Al igual que Silwan y Sheij Jarrah, At Tur tiene una tienda de campaña destinada a la solidaridad. Shuwaib, un vecino de la barriada, me dijo que la levantaron la pasada noche. Pero ahora no hay allí nadie. Hace demasiado frío y hay mucho trabajo que hacer. Estamos rodeados de escombros, de casas destruidas que están siendo reconstruidas. Pero dentro de la tienda ha señales obvias de camas con sábanas arrugadas, al menos unos cuantos vecinos han dormido ahí la pasada noche.
Hace un mes se plantó otra tienda junto a otra casa destruida en la barriada para que la familia pudiera refugiarse en alguna parte. Aquella casa recuerda el horror de un pájaro destripado, el pavo devorado en el día de acción de gracias que ha sido descuartizado hasta los huesos. En el interior de esa especie de carcasa de casa, más allá de los hierros expuestos y de los destrozados bloques de cemento hay un viejo sofá. Eso es. El anciano me cuenta: “Los israelíes les dijeron que si les daban dinero no la destruirían. Pero la familia no tenía lo suficiente”.
De pie sobre una carretera cubierta de lodo en el centro de la barriada, un vecino de unos treinta años está hablando. Tampoco quiere dar su nombre. Nadie se siente estos días lo suficientemente seguro como para dar su nombre en las amenazadas barriadas de Jerusalén. Lo mismo sucedió cuando hablé con muchas de las personas de Silwan las pasadas semanas.
“Van a destruirlas todas. Hay unas cuarenta o cuarenta y cinco familias viviendo aquí que van a ser expulsadas. Los israelíes vinieron a decirles que van a destruir sus casas. Vinieron a comunicar su decisión de que el próximo mes van a destruir prácticamente toda la barriada. Nosotros tenemos nuestros documentos, tenemos registradas las casas, pero ellos tienen sus tribunales”, me dice un chico joven.
“¿Quieren meter colonos aquí?”, pregunto lo obvio.
“Están metiendo colonos por todas partes, aquí en nuestra barriada y justo ahí”, señala unos pocos metros más allá, a la izquierda. “Están levantando un colegio religioso para los colonos fundamentalistas”.
“¿Una Yeshiva?”
“Sí, así es como la llaman”.
“Entonces”, pregunto, “¿qué vais a hacer cuando se apropien de toda la barriada?” “¿Dónde vais a ir?”.
“No vamos a irnos. Trabajamos legalmente. Tenemos derecho. Todos lo sabemos. Tu también lo sabes”.
El anciano se nos ha unido sobre la calle llena de barro y reitera que esta gente resistirá. “Instalaremos más tiendas y viviremos en ellas”.
Continúa diciendo: “Están tomando Al Aqsa ilegalmente”, en referencia a las barriadas de Jerusalén Este en torno al sitio sagrado musulmán. “Va totalmente contra la ley destruir las casas en las que vive la gente. No hay justicia para el pueblo palestino, no se nos aplica la ley. Esa es la ley aplicada a través de los ojos de los israelíes. Esa no es una ley verdadera”.
N. de la T.:
[*] 1 dunam= 1.000 m².
Enlace con texto original:
http://english.pnn.ps/index.php?option=com_content&task=view&id=4947&Itemid=1

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